Garbo - Dietrich - Kelly - Hepburn.. Cuatro mitos del cine.

Garbo - Dietrich - Kelly - Hepburn.. Cuatro mitos del cine.
Estrellas leyendas del cine dorado. Escenas con intriga y misterios, ilusión y desengaños, amores y traiciones, pasiones y odios. Son algunas de esas grandes estrellas, entre el universo de los mitos del cine. Estrellas del fascinante cine en “Blanco y Negro”. (Clic imagen portada)

lunes, 29 de junio de 2020

El género "Melodrama" en las décadas del dorado cine: Barbara Stanwick, Vivien Leigh, Ann Sheridan, Joan Fontaine, Susan Hayward, Gloria Grahame

Robert Taylor y Vivien Leigh en una escena del imprescindible
melodrama "El puente de Waterloo". Un clásico que reúne el
encanto y la abrumadora belleza de Vivien, el trabajo de
Taylor y la trama conmovedora y melodramática del film.
"Ser sólo una estrella de cine es igual a tener una existencia falsa, vivir sólo para los falsos valores y para la publicidad. Una auténtica actriz debe trabajar demasiado tiempo en perfeccionar su papel como para perderlo en creerse una estrella" (Vivien Leigh)
           
"Me gustaría que se pudieran embotellar los recuerdos, igual que los perfumes, que nunca se desvanecieran, y que cuando quisiera, destapando la botella, pudiera volver a revivirlos" (Joan Fontaine, en "Rebeca")
             
"No sabes mucho de las mujeres. Las mejores no son tan buenas como piensas que son y las malas no son tan malas; ni con mucho tan malas" (Barbara Stanwick, en la película "Las tres noches de Eva")
            
"Si la cabeza dice una cosa y tu vida dice otra, la cabeza siempre pierde" (Humphrey Bogart, en el film "Cayo Largo").
           
Estas dos anteriores citas de cine, definen, cada una de ellas, la desconfianza e inseguridad entre el hombre y la mujer en el contexto de un melodrama, por un lado, y la incertidumbre o recelo de la razón, en ese mismo contexto de una trama melodramática. 
               
"El melodrama y el cine negro se entrelazan y se funden en el cine, como lo hace el drama de la vida y la amenaza de sus acontecimientos más oscuros y sombríos" (Rusty Andecor). El melodrama, como género en el enclave temporal de las décadas del dorado cine de Hollywood, se caracteriza, al igual que el "cine negro", por el formato visual del "blanco y negro" y por el claroscuro de sus grises, por sus escenografías de exaltación de emociones y desenlaces frustrados, a veces trágicos. Su carga emocional o moral está muy marcada y su trama busca la realidad humana, sus pasiones y sus miserias.
             
Son algunos de los elementos figurativos del "cine negro": el personaje en la barra del bar. El camarero
que le sirve el whisky, la chica ocasional, la fría lluvia sobre una calle nocturna, el coche que se detiene
a la espera del sospechoso. Escenas del film "Mundos opuestos" (1949)
En el capítulo anterior del reportaje sobre el "cine negro", nos referimos a características imprescindibles del género. Sus protagonistas, el detective privado, atormentado por su oscuro pasado, de valores poco éticos, el policía duro, pero que se deja seducir por la chica, o el corrupto que aprovecha su condición  para burlar la ley a la que se debe y en su beneficio, y la mujer fatal o "femme fatale", despiadada y sin moral, que busca la perdición de su víctima en el hombre a quien seduce, pero que a veces es ella la que encuentra su propia destrucción. Nos referimos al gánster y sus matones a sueldo, a malvados delincuentes, sin escrúpulos, quienes persiguen enriquecerse mediante el robo o el crimen, a veces buscando la venganza. Y también destacábamos la iconografía figurativa de los escenarios que rodeaban a sus personajes; los bares y garitos, los clubs y cabarets, la barra y su camarero, la fría lluvia en una calle nocturna, el auto oscuro que se detiene de improviso. Todo ello, envuelto con el contraste expresivista el "blanco y negro", de sus recursos al flash-back y a la sugerencia de su banda sonora.
                   
Arriba: Barbara Stanwyck en "Baby Face" y "Stella Dallas", los dos primeros melodramas que la actriz
protagonizó. Debajo: Jennifer Jones en "Jennie" y Lana Turner en "Cautivos del mal", dos clásicos del
melodrama en el cine de Hollywood.
Como continuación, en relación con el melodrama, Graciela Padilla establece establece un patrón dentro de los elementos comunes de este género, en cuanto a temas, tramas, personajes, desarrollo del guión y, a veces, puesta en escena. El tema discurre entre comedia dramática y puramente romántico. La trama se desarrolla con una gran fuerza sentimental; amor apasionado, con enfrentamiento de celos y traiciones, de mentiras y decepciones. Describe cómo el personaje protagonista recibe, asume y soporta su sufrimiento. muchas veces con pasividad y de manera abnegada. En los guiones, cobra una gran fuerza el diálogo y los gestos. La carga dramática de la escena depende mucho de los silencios y de las miradas. Rusty Andecor decía: "Hay miradas que traspasan la pantalla y escenas que penetran en el alma; hay abrazos envueltos en esperanza y besos mojados de desesperación".
                 
El melodrama tiene puntos comunes en el desarrollo de su trama, tal como ocurre en el "cine negro". La relación amor-odio desencadena momentos de alto dramatismo. "Si tuviera tiempo de pensar en ti... posiblemente te despreciaría", le dijo Ilsa a Rick en "Casablanca". Los celos y la desesperación tienden a los personajes, a veces, al alcohol. En ocasiones, cuando éste ha bebido se convierte en transparente y sincero. "No me fío de nadie que no beba, el mundo entero lleva tres copas de retraso", dijo esta vez Humphrey Bogart en esa misma película.
                     
Escenas melodramáticas de algunos films del cine clásico: Marlene Dietrich en "El expreso de Shanghai",
Gene Tierney en "Laura", Rita Hayworth en "Gilda", Bette Davis en "Jezabel", Natalie Wood en "Amores
con un extraño", Ingrid Bergman en "Encadenados".
Si tuviéramos que hacer una referencia pormenorizada de actrices que representaron los personajes más célebre del melodrama en el cine clásico de Hollywood, así como de los títulos de filmes más legendarios, algunos también con su temática al cine negro, tendríamos que recurrir a muchos de los reportajes publicados en este blog. Gene Tierney en "Laura" o "Que el cielo la juzgue", Elizabeth Taylor en "La gata sobre el tejado de cinz" o "¿Quién teme a Virginia Wolf?", Lauren Bacall en "El trompetista" o "Escrito sobre el viento", Marilyn Monroe en "Niágara" o "Encuentro en la noche", Ingrid Bergman en "Encadenados" o "Casablanca", Rita Hayworth en "Gilda" o "Mesas separadas", Marlene Dietrich en "El expreso de Shanghai" o "Testigo de cargo", Greta Garbo en "Gran Hotel" o "La dama de las camelias", Katharine Hepburn en "En el estanque dorado", Lana Turner en "Cautivos del mal", Ava Gardner en "La condesa descalza", Bette Davis en "Jezabel" o "Eva al desnudo", Joan Crawford en "Alma en suplicio" o "¿Qué fue de Babe Jane?", Jennifer Jones en "Jennie" o "Duelo al sol", Kim Novak en "Pic Nic" o "Un extraño en mi vida", Natalie Wood en "Amores con un extraño" o "Esplendor en la Hierva", Anouk Aimée en "La dolce vita" o "Un hombre y una mujer".
                  
Momentos escénicos en que el melodrama hace referencia a la muerte. Greta Gargo en "La dama de las
camelias", Joan Crawford en "Gran Hotel" y Vivien Leight en "El puente de Waterloo", en el instante en
que Myra, en su desesperación, decide quitarse la vida.
Lo cierto es que el melodrama siempre fue la clave psicológica de un film, el recurso emocional de una trama. El "cine negro" es turbador e inquietante, a veces escalofriante; sin embargo el "melodrama" es la técnica argumental de un género que busca ahondar en los sentimientos que más conmueven, por sus pasiones y sus miserias humanas. El "melodrama" rebusca y escudriña, a veces, en nuestros secretos del alma, hurgando en los recuerdos del pasado, en la pintura imaginativa de nuestras ensoñaciones. Y a veces, sólo nos hace reflexionar, deteniéndonos en el contraste que marca la ficción de ese melodrama y el que imaginamos o vemos lejos de nuestra realidad, aunque en ocasiones nos parezca más cercana la posibilidad de su certeza.
      
Barbara Stanwyck, Ann Sheridan, Eleanor Parker, Joan Fontaine, Susan Hayward, Jeanne Crain. Son
 algunos de los referentes estelares del cine clásico de los 40 y 50 que representaron el melodrama.
Más allá de la lógica del espectador que busca en el cine solo su entretenimiento, puede que, a veces, gratificar sus emociones, el director Alejandro Amenábar, llegó a decir: "Desde el thriller metacinematogfráfico a lo psicológico, del horror gótico al melodrama. Todo es un cine sin compromisos, que siempre ha utilizado y explota la cámara para perseguir y reflexionar sobre su obsesión única y nunca exorcista: la muerte".
               
En cuanto a la referencia ilustrativa de intérpretes y títulos cinematográficos que representen algunos de los melodramas más llevados al "séptimo arte" y que fueron más conocidos, seleccionando las actrices que pertenecieron al cine clásico  de las décadas de los 40 y los 50, prescindiendo ya de las estrellas que aparecieron en los reportajes publicados anteriormente, citaremos cinco nombres que indudablemente se convirtieron en estrellas del melodrama. Ella fueron Barbara Stanwyck, Vivien Leigh, Ann Sheridan, Joan Fontaine y Susan Hayward. Haremos también una breve referencia a Maureen O´Hara, Gloria Grahame, Jeanne Crain y Eleanor Parker, como intérpretes de destacados trabajos melodramáticos, las dos primeras de las que ya hicimos referencia en el artículo anterior.
             
Barbara Stanwyck se casó dos veces. A los 20 años con Frank Fay, un actor de segunda, mujeriego,
que la maltrataba. A los 31 años, en 1939, con el actor Robert Taylor y del que divorció en 1951.
Barbara Stanwyck. Nacida el 16 de julio de 1907 en Nueva York, EE.UU. y fallecida el 20 de enero de 1990, fue uno de los mitos del cine clásico y ocupa el puesto número 11 en la lista de las 25 leyendas del séptimo arte, conforme a un informe publicado por "American Film Institute". Candidata al Óscar en cuatro ocasiones, obtuvo el "honorífico" en 1982. Ha sido una de las mujeres fatales más carismáticas de la historia del cine. De nombre Ruby Catherine, antes de hacer su primera película, trabajó de telefonista operadora y como corista en espectáculos de vodevil. Se casó muy joven, a los 20 años. y a los 32, en 1939, contrajo matrimonio con Robert TaylorDe belleza relativamente discreta y muy convencional, se especializó en papeles de mujer fuerte y dura, destacando su carismático perfil de "femme fatale".
             
Es el perfil del rostro más común de Barbara Stanwyck que adoptaba en los personajes que interprtaba.
De su filmografía, aparte de su primer trabajo en el cine mudo con "Broadway Nights" en 1927, debutó en el sonoro con "La puerta cerrada" (1929), consiguiendo un cierto reconocimiento artístico cuando empezó a ser dirigida por Frank Capra en 1932 con "Amor prohibido" y "La amargura del general Yen". Destacaron en su primera etapa "Carita de ángel" ("Baby Face"), su primer melodrama, rodada en 1933. A partir de entonces comenzó a rodar una media de tres o cuatro filmes por año. En 1937 protagoniza "Stella Dallas", por cierto un melodrama que dirige King Vidor y por cuya interpretación es nominada al Óscar como mejor actriz. En 1939 Cecile B. DeMille la dirige en el western "Unión Pacífico", cuyo reparto protagonista comparte con Joel McCrea. Le siguen la comedia romántica "Recuerdo de una noche" (1940), con Fred McMurray en el reparto. 1941 es un buen año para Stanwyck, en el que destacan "Las tres noches de Eva", con Henry Fonda como compañero de reparto, "Bola de fuego", con Gary Cooper y que dirige Howard Hawks, dos comedias románticas, y "Juan Nadie", un drama social que dirige Frank Capra y nuevamente con Gary Cooper en el reparto. (Clic en los títulos anteriores y posteriores, resaltados en azul tenue o malva, para reproducir los filmes o vídeo-clips).
             
Escenas de Barbara Stanwyck interpretando diferentes y perturbadores interpretaciones en 4 filmes
de "cine negro" / melodrama: "Perdición" (1944), "El extraño amor de Martha Ivers" (1946), "El caso de
Thelma Jordon" (1950) y "Mentira Latente" (1950)
La segunda etapa de Barbara Stanwyck es la de su madurez artística. En 1943 rueda un drama de episodios en el que se narran tres historias y que se titula "Al margen de la vida" y cuya cabecera comparte con Edward G. Robinson y Charles Boyer. 1944 es el año de su consagración como estrella. Barbara tenía entonces 37 años y es Billy Wilder quien tiene el honor de dirigirla en "Perdición", uno de las mejores películas de "cine negro" de todos los tiempos y que Stanwyck protagoniza junto a Fred McMurray y Edward G. Robinson. Del film, Miguel Ángel Palomo escribe en "El País": "Obra absorbente y trágica que combina sordidez y pasión para mostrar a Barbara Stanwyck como una de las femmes fatales más fascinantes de la historia del cine. Un derroche de maestría que marcó los códigos visuales del género". Mientras que Rogert Ebert dijo: "Pocos directores han hecho películas que fueran tan tensas, inteligentes, cínicas y, de diferentes formas y tonos, divertidas". La actriz fue nominada al Óscar en este film. En 1946 rueda "El extraño amor de Martha Ivers", junto a Van Heflin y Kirk Douglas. En 1947 Franz Waxman la dirige en "Las dos señoras Carroll", otro "cine negro" que co-protagoniza con Humphrey Bogart. En 1948 es "Voces de muerte", nuevamente un "film noir" y que dirige Anatole Litvak, con Burt Lancaster en el reparto y en el que vuelve a ser nominada al Óscar. En 1949 destaca "Mundos opuestos", dirigida por Melvin LeRoy y con James Mason y Ava Gardner en el reparto. En 1950 destacan otros dos "cine negro": "El caso de Thelma Jordon", que dirige Robert Siodmak, y "Mentira latente", con John Lund en el reparto, un melodrama con una trama en torno a un crimen y que cuenta con un guión excelente.
                
A la izquierda, Barbara Stanwyck con Fred McMurray en
"Siempre hay un mañana", con Capucine en "La gata negra" y,
a la derecha, con Richard Chamberlain en "El pájaro espino",
su último trabajo de interpretación.
En relación con sus últimos trabajos más conocidos, en 1952 rueda el melodrama "Encuentro en la noche" que dirige Fritz Lang, con Paul Douglas, Robert Ryan y Marilyn Monroe en el reparto. En 1953 destacan "Su gran deseo", otro melodrama que en esta ocasión dirige Douglas Sirk , y "El hundimiento del Titanic", por Jean Negulesco y con un jovencísimo Robert Wagner en el reparto, un precedente muy meritorio de "Titanic", la obra maestra de Cameron. Después, sólo sobresalen "El único testigo" (1954), un "film noir" de Roy Rowland y con George Sanders en el reparto,"Siempre hay un mañana" (1955), de Douglas Sirk y con Fred McMurray en el reparto, uno de los últimos buenos melodramas en "blanco y negro", y "Delito de pasión" (1957), su último "cine negro". En los 60 se produce la decadencia de la actriz y apenas vuelve a los rodajes. Sólo una discreta aparición en "La gata negra" (1962), película que dirigía Edward Dmytryck y protagonizaban Capucine, Laurance Harvey y Jane Fonda, y "Amor entre sombras" (1964), un thriller que protagoniza con Robert Taylor, ya su ex-marido. Finalmente, deja los platós y únicamente se la ve en un algunas series de televisión entre las que destacan "Valle de pasiones" (1963), y la más conocida, "El pájaro espino" (1983), que protagoniza junto a Richard Chamberlain, Christopher Plummer y Jean Simmons.
       
A la izquierda y abajo derecha, con William Holden, su amigo
del alma de toda la vida, en 1939 cuando ella tenía 31 años y
en 1981 cuando tenía 74. Arriba derecha, "Missy" a los 25,
cuando rodaba "Baby Face", su primer melodrama. 
El anecdotario de Barbara Stanwyck cuenta, por una parte con el intento de suicidio a causa de los engaños e infidelidades de su marido Robert Taylor con Ava Gardner y Lana Turner, lo que le llevaron a su divorcio en 1951.  Por otro lado, se sabe que, aparte de sus romances con Frank Capra y Henry Fonda, algún que otro devaneo amoroso, como el que tuvo con Robert Wagner durante 4 años, cuando él tenía 22 años y ella 45 (él solía declarar que aprendía mucho de ella, ella decía que "le enseñaba muy bien"), de su buena relación con Joan Crawford, así como sus rumores de lesbiana, infundados según mi opinión, tuvo una gran y fiel amistad con William Holden desde 1939, coincidiendo en un rodaje con él, y que duró hasta el fallecimiento de éste en 1981. Tanto fue así, que el Óscar que la Academia le concedió a Stanwyck, ésta se lo de dedicó a él.
          
El estilo artístico de Barbara Stanwyck, su clase y su expresividad en la interpretación era la mejor carta de presentación para los directores. Douglas Sirk dijo que no había ninguna actriz con tanta expresividad natural como ella. Frank Capra le advirtió la primera vez que la dirigió "Las mejores herramientas para hacer el cine son los ojos y la mirada". Barbara no olvidó nunca este consejo. Por cierto que a ella no le importó su dependencia de los contratos con los productores, aunque lo que sí exigía siempre eran los mejores guiones. En el año 1944, el de "Perdición", ganó medio millón de dólares de la época.
           
De su carácter y trato con la gente de la profesión, Missy, como siempre la llamaban su gente del trabajo, tenía fama de dispuesta y generosa con cualquier miembro del equipo que tuviera un problema económico. Era muy cercana y sencilla con los actores jóvenes que empezaban. Marilyn Monroe, con la que trabajó en 1952 en "Encuentro en la noche", dijo de ella "Conmigo, Missy siempre era amable, encantadora y dispuesta a ayudar". De su fortuna, Barbara Stanwyck dejó en 1990 casi un millón al cambio en euros. Hollywood le dio el titular de "La mejor actriz que nunca ganó un Óscar".
            
Vivien Leigh, de belleza solemne, imperturbable en su apariencia. Con su rostro adusto, sin la sonrisa
que solíamos ver en la pantalla, y con la fascinación de sus hermosos ojos verdes.
Viven Leigh. Nacida el 5 de noviembre de 1913 en la India, de ascendencia británica por parte de su padre, un rico financiero escocés, y de su madre originaria de la India. Falleció el 8 de julio de 1967. Se casó a los 18 años con Herbert Leigh, un abogado 13 años mayor que ella. Estudió en colegios de la Riviera italiana y de París. Completó su formación de Arte Dramático, en la Real Academia de Londres, dedicándose de pleno al teatro. De nombre Viven Mary, adoptó posteriormente el apellido artístico Leigh por su primer marido. A los 22 años Alexander Korda le ofreció un contrato de 5 años por diez películas, siendo su primer trabajo aceptable el film "La mujer enigma", rodada en 1937 y dirigida por Victor Saville, aunque obteniendo su reconocimiento con "Callejón sin salida" (1938), en la que compartió reparto de cabecera con Charles Laughton. Lo cierto es que Vivien no terminó el contrato con Korda ya que ese mismo año, después de terminar la temporada de "Hamlet" en el teatro y junto a Laurence Olivier, del que pronto se enamoraría, se trasladó enseguida a Hollywood.
        
Vivien Leigh y Laurence Olivier. Su amor a primeva vista y el romance de su vida. Se conocieron cuando
ella tenía 24 años; él tenía 30. Su relación duró más de 20 años, hasta 1958. En 1960 se divorciaron.
La casualidad haría que Viven Leigh conociera a Laurence Olivier e iniciara con él un romance cuando juntos rodaban en 1937 "Inglaterra en llamas". Ella tenía 23 años y él no tardaría luego en convertirla en una actriz de teatro clásico. Cuenta el biógrafo Hugo Vickers que Vivien, que un día tenía preparada una botella de champán para pedirle a Larry, como ella le llamaba, casarse con él. Poco después se divorciarían para vivir juntos y casarse más tarde. En 1938, tras terminar el rodaje de "Sidewalks of London", Olivier marchó a Hollywood para ver al productor David O. Selznick, que estaba preparando ya el rodaje de "Lo que el viento se llevó" y solo le faltaba encontrar la actriz que interpretaría a  Scarlett O´Hara. Se habían eliminado cientos de candidatas. Olivier y Selznick se reunieron y llamaron a Vivien que viajó a Estados Unidos. Vickers cuenta cómo fue el encuentro con la actriz. Olivier la llevó a uno de los productores y ambos la presentaron a David O. Selznick y al director George Cukor, diciéndoles: "Les presento a Scarlett O´Hara". Los dos quedaron impresionados, cautivados, ante la belleza de Vivien Leigh, del color de sus mejillas y de la expresión de sus ojos verdes. Estaba decidido; ella sería la candidata. En 1939 se rodaría la película más famosa de la historia del cine. Clark Gable y Vivien Leigh se detestaron durante la filmación, pero no lo dejaron traslucir ante las cámaras y su trabajo fue impecable. Por cierto, la prensa, escandalizada por darle el papel del personaje sureño de la película a una inglesa, llegó a decir: "Cerca de 1.500 actrices participaron en el casting para interpretar a Scarlett, y van y se lo dan a una británica de pura cepa. Increíble".
       
Tres de los personajes más legendarios que Vivien representó en el cine: Scarlett en "Lo que el viento
se llevó", Emma en "Lady Hamilton" y Cleopatra en "César y Cleopatra".
Vivien Leigh, no tuvo precisamente una larga carrera como actriz de cine, alternó su trabajo como intérprete en el teatro, que era su auténtica vocación, aunque fueron también sus constantes desequilibrios mentales, los que distanciaron los rodajes, además de que murió muy joven. Aún así el "American Film Institute" la incluye entre sus 25 leyendas del cine. Su filmografía, a partir de 1939, en que protagonizó "Lo que el viento se llevó", se reanuda con "21 días juntos", una producción inglesa que rodó junto a Laurence Olivier. En 1940 protagoniza "EL puente de Waterloo" junto a Robert Taylor, película que dirige Mervyn LeRoy, uno de los más clásicos melodrama del cine y uno de los ejemplos más claros del género que describe este reportaje. En 1941 Alexander Korda la dirige en "Lady Hamilton", otra producción británica que protagoniza junto a su marido Laurence.
            
Tres de los últimos personajes que Vivien interpreta en el cine: "Ana Karenina" (1948), "Un tranvía
llamado deseo" (1951) y "La primavera de la Sra. Stone" (1961), tenía entonces 48 años.
La actriz no vuelve a hacer cine hasta 1945, año en que aparece en el drama histórico "Cesar y Cleopatra" que co-protagoniza junto a Stewart Granger y Claude Rains. Otro 3 años de inactividad en el cine, hasta 1948 en que rueda junto a Ralph Richardson el drama romántico "Anna Karenina". En esos intervalos había interpretado en el teatro "Romeo y Julieta" y "Ricardo III" de Shakespeare, "El dilema del doctor" de Bernard Shaw. La actriz tenía por entonces 35 años y después de esas dos últimas producciones británicas de cine, vuelve a EE.UU. para rodar en 1951 "Un tranvía llamado deseo", un drama que dirige Elia Kazan, con guión de Tennessee Williams, que co-protagoniza con Marlon Brando y con el que consigue su segundo Óscar. Decía Tom Hutchinson, de Radio Times, "La virtuosa interpretación de Brando es igualada por la de Vivien Leigh... y las escenas en que salen juntos crepitan con tensión sexual". Aún así, Brando se quedó sin su merecido Óscar, que fue a parar a Bogart. La película es otra obra maestra de Kazan. Luego, hasta 1961 no vuelve a destacar en un buen trabajo. Se trata de "La primavera romana de la Sra. Stone", producción inglesa, una drama sobre prostitución y que protagoniza junto a Warren Beatty. Y en 1965 hace su última película, "El barco de los locos", un film de Stanley Kramer y con Simone Signoret, Oskar Werner y José Ferrer, entre otros, en el reparto.
                   
Arriba, con su primer Óscar, y a la derecha, junto a Selznick,
su productor. Debajo, recogiendo su segundo Óscar, en 1951.
La carrera cinematográfica de Vivien Leigh, aún en el no muy largo período de tiempo en que vivió, no cuenta con el número de realizaciones que podría haber tenido una estrella como ella. De hecho, sólo hizo 9 películas desde 1940 hasta la última, en 1965. Aún así, consiguió dos Óscars como mejor actriz, uno en 1940 por "Lo que el viento se llevó", y el segundo en 1951 por "Un tranvía llamado deseo". Y es que, por un lado, tenía su dedicación al teatro durante los años que alternaba los rodajes en el cine. Por otro, las dolencias que padecía desde muy joven. Pues había contraído tuberculosis a los 32 años y le quedarían ya crónicas las secuelas. Parece que todo se desencadenó durante el rodaje de "César y Cleopatra". Además, los médicos diagnosticaron entonces una psicosis maníaco depresiva, con lo que a lo largo de los años le dejó, también de forma crónica, un trastorno bipolar que complicó aún más el transcurso de sus últimos años de vida. Apenas dormía y sus nervios se alteraban constantemente. Finalmente, su afección pulmonar se agravó junto con el deterioro de su enfermedad mental y en 1961 fallecía. Laurence Olivier, que llevaba divorciado ya de ella 7 años y que seguía enamorado de Vivien, según él mismo dijo, lo pasó tan mal cuando se enteró de su muerte, que su pena y dolor le impidió poder asistir al entierro, y ciertamente, así lo declaró después.
               
Laurence Olvier y Vivien con Marilyn Monroe y su esposo Arthur
Miller. El matrimonio Olivier había ido a recoger a los Miller y
reunirse en una cena. Parece que debían limar asperezas
En cuanto a su vida sentimental, el romance y matrimonio que tuvo Vivien Leigh con Laurence Olivier, que duró más de 20 años, compensó mucho el desequilibrio de las incontenibles histerias que padecía, además de cuánto él la ayudó en sus recaídas y depresiones. Tuvo largas temporadas sin que apenas la enfermedad le afectara. En cuanto a sus amistades, cuando rodaba "Lo que el viento se llevó", comenzó a entablar una muy buena amistad con Clark Gable, aunque extrañamente ésta se rompió y terminaron enfrentados mucho antes de acabar la película. Aún así, se hicieron muy amigas ella y Olivia de Havilland, incluso con George Cukor, el primer director del film, que luego sería sustituido por Victor Fleming. Por cierto, que acabado el rodaje de la película, Vivien iba a ser elegida para el papel principal de "Rebeca", y que protagonizaría su marido Laurence, pero ni el productor, ni Hichcock, ni siquiera Cukor, el propio mentor de Vivien les pareció adecuado su perfil para el personaje. En cambio, compensaron a la actriz dándole el papel protagonista de "El puente de Waterloo", cuyo partenaire iba a ser Olivier. Sin embargo, éste ya estaba comprometido en la filmación de "Rebeca", y ello aparte de las preferencias de la MGM por Robert Taylor, que era entonces uno de los actores más populares de la pantalla y se buscaba publicidad en el estreno del film.
               
Ellos fueron sus galanes más ilustres en el cine: A la izquierda,
Clark Gable, en "Lo que el viento se llevó" (1939). A la derecha,
Laurence Olivier, su propio marido, en "Five Over England"
(1937), Robert Taylor, en "El puente de Waterloo" (1940) y
Marlon Brando, en "Un tranvía llamado deseo" (1951). Una
excelente "colección" que no habría tenido precio para Vivien
Leigh, pero que seguro llevaría siempre en su recuerdo.
Vivien Leigh, quien por cierto debió llamarse Vivien Olivier, por los más felices 20 años de su vida con su marido Laurence Olivier, en cambio era conocida, en los ámbitos sociales y elegantes de Londres, como Lady Olivier, como consorte de Laurence al ser éste nombrado en 1947 Caballero de la Excelentísima Orden del Imperio Británico y convirtiéndose desde entonces en Sir Laurence Olivier. El título de Lady Olivier le fue otorgado a Vivien, aún divorciada de su marido, como costumbre inglesa, y ella siguió siendo conocida con tal rango en los ambientes sociales, como ya se ha dicho. Por cierto, que sobre su anecdotario personal, en relación con el patrimonio que dejó al morir, aparte de sus casas, alguna de ellas que parecían decorados de películas, es interesante destacar la subasta que se hizo en Londres en 2017 y por la que, a través de 250 lotes, se vendió la colección de arte, joyas, libros, porcelana y muebles, y que Vivien había reunido a lo largo de su vida. En concreto, no hay que olvidar el anillo de oro con la inscripción "Laurence Olivier Vivien Eternally" que Laurence le regaló a su esposa Vivien como prueba de amor eterno, ni el broche o colgante de diamantes del siglo XIX en forma de lazo. Del resultado de la venta, también como anécdota histórica de la colección, se supo que la recaudación de la subasta ascendió a algo más de dos millones y medio al cambio en euros. La pieza más valorada fue una pintura de unas rosas regalada a la actriz por Winston Churchill en los años 30, con quien le unía una gran amistad y que había pintado él mismo. El cuadro se vendió por 732.000 euros. El anillo se vendió por 43.000 euros. Y una copia personal del libro "Lo que el viento se llevó" que Margaret Mitchell, su autora, le regaló a Vivien, por 57.000.
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Impresionante, el magnetismo de la mirada de Vivien Leigh. Lástima que sólo hiciera 13 películas,
porque la mayor parte de su trabajo estuviera dedicado al teatro; aunque por desgracia, también,
por sus trastornos mentales y a causa de la tuberculosis crónica que sufría.
Vivien Leigh, una de las más bellas del cine, de las más elegantes, de las más honestas, aunque también, atormentada, por sus trastornos nerviosos y sus manías depresivas. Hollywood la llamaba "la británica más bella". Y Hollywood la quiso siempre como nunca lo hizo con ninguna otra actriz inglesa. Una actriz que siempre será recordada por su papel de Scarlett en "Lo que el viento se llevó" y por aquella mítica frase: "A Dios pongo por testigo...", por su genial interpretación  de Blanche en "Un tranvía llamado deseo", o por su romántico papel en "El puente de Waterloo", por cierto, mi película favorita de Vivien. Una diva del teatro y del cine que se negaba a llamarse "estrella del cine", pues ella misma llegó a decir: "No soy una estrella de cine, soy actriz. Ser una estrella de cine, sólo una estrella de cine, es igual a tener una existencia falsa, vivir sólo para los falsos valores y para la publicidad". Y añadió: "Siempre hay papeles maravillosos para representar y las actrices, las autenticas actrices, deben trabajar demasiado tiempo en perfeccionarlo, como para dedicarse a perderlo en creerse estrellas".
             
A la izquierda, una de las primera imágenes de Joan Fontaine en el cine. A la derecha, un "plano figura"
de la actriz en todo esplendor, ya una vez convertida en estrella.
Joan Fontaine. Actriz británica-estadounidense, nacida el 22 de octubre de 1917 en Tokio, Japón, y fallecida el 15 de diciembre de 2013. De nombre original Joan de Beauvoir de Havilland, hija de un eminente abogado que residía en Japón en el momento de su nacimiento y hermana de la actriz Olivia de Havilland, aunque enemistada con ella en los últimos 40 años de sus vidas. Enferma de niña, tuvo que ser traslada a EE.UU., en donde mejoró notablemente. Sus primeros pasos artísticos fueron en el teatro, pero a los 18 años intervino en su primera película. No pudo tomar el apellido de la familia y optó por el nombre artístico que llevaba su madre en los escenarios, Lillian Fontaine, también actriz. Pronto  sería contratada por la RKO. Sin embargo, su suerte de actriz figurante, al principio, y de secundaria cambió, más tarde, cuando asistió a una cena en la que coincidió con David O. Selznick, quien después de una espontánea entrevista la descubrió para el papel estelar de "Rebeca".
              
De belleza exótica, con un aire tímido y melancólico, Hollywood dijo de ella que fue una "actriz de culto"
Los primeros años de su filmografía comenzaron con producciones mediocres en las que entre 1937 y 1938 sólo aparecía como actriz de reparto, si acaso como protagonista en algunos títulos que apenas llegaron a conocerse. Sólo "Olivia", que protagonizaba Katharine Hepburn, tuvo un pequeño papel que la dio nombre. "Mujeres", rodada en 1939, dirigida por George Cukor y protagonizada por Norma Shearer, Joan Crawford y Paulette Goddard, en la que intervenía como intérprete secundaria, quizá fue la que la dio a conocer ante Selznick en el encuentro que tuvo con él. "Rebeca" (1940), la producción de Selznick International Picture, fue su consagración estelar. La película fue dirigida por Alfred Hichcock y con Laurence Olivier y George Sanders, como co-protagonistas con Fontaine. Se trata de un drama de intriga, considerada como "película de culto" y en la que Joan Fontaine fue nominada al Óscar por mejor actriz. Miguel Ángel Palomo, de El País, escribe "Un prodigio de tensión narrativa y una colección de imágenes turbadoras, mágicas, que logran que el espectador sienta de manera palpable la presencia de un personaje siempre ausente". Frank Nugent, The New York Times, por su parte comenta: "Una película totalmente brillante, evocadora, llena de suspense, espléndida y espléndidamente interpretada".
                       
Joan Fontaine en algunas de las escenas de sus cuatro películas más representativas, quizá las mejores.
A la izquierda: en "Jane Eyre" (1943), con Orson Welles; en "Rebeca" (1940), con Laurence Olivier, en
"Carta de una desconocida" (1948), con Louis Jourdan. A la derecha: "Sospecha" (1941), con Cary Grant.
En 1941 protagoniza "Sospecha", junto a Cary Grant, otro thriller dirigido por el maestro Alfred Hichcock y en el que Joan obtiene por fin el Óscar a la mejor actriz. A sus 25 años se convertía en la actriz más joven que recogía el galardón de la Academia de Hollywood. En 1942, Anatole Litvak la dirige en el drama romántico "Sé fiel a ti mismo", que protagoniza junto a Tyrone Power. En 1943, otros dos dramas románticos; "La ninfa constante", con Charles Boyer en el reparto, y "Alma rebelde", co-protagonizado junto a Orson Welles. A partir de aquí, se produce una relativa decadencia artística, ya que las producciones no destacaron comercialmente. Si acaso, en 1947 destaca "Abismos", un "cine negro" que dirige Sam Wood y, sobre todo en 1948, "Carta de una desconocida", un intenso y apasionado melodrama que dirige Max Ophüis y que protagoniza junto a Louis Jourdan. Merece la pena citar, "Nacida para el mal" (1950), dirigida por Nicholas Ray y con Robert Ryan en el reparto, un drama en clave de "cine negro". En 1952, participa en el "Othello" de Orson Welles y en "Ivanhoe", un film de "capa y espada" que dirige Richard Thorpe y que protagonizan Elizabeth Taylor y Robert Taylor. Desde el 53 hasta 1962, año en que se retira de los platós de cine para hacer algo de televisión, su carrera va decreciendo y sólo destacan un par de títulos. Uno es "Mas allá de la duda" (1956), un brillante "film noir" en B&N que dirige el maestro Fritz Lang y con Dana Andrews en el reparto. El otro, "Suave es la noche" (1962), un drama ambientado a finales de los 20 que dirige Henry King y que protagonizan, además, Jennifer Jones y Jason Robards.
                 
La belleza dulce y serena, tímida y melancólica de Joan Fontaine, describía a la perfección el perfil
de los personajes que representaba en una gran mayoría de sus películas
De la vida personal de Joan Fontaine, lo más destacable es la rivalidad y enemistad que había entre ella y su hermana Olivia, ésta aún superviviente con 104 años que cumplirá próximamente. Todo comenzaría con una predilección de la madre por la hermana mayor, considerando como el ojito derecho, hasta el punto de darle el apellido Havilland a Olivia y negárselo a Joan. Las diferencias se marcaron aún más, cuando Olivia fue elegida para el papel de Melania en "Lo que el viento se llevó" y Joan seguía siendo siendo una actriz de reparto. Quizá fue la razón por la que ésta luchó por la supervivencia de su nombre, que ahora ya era Joan Fontaine. Su elección para el film de Hickchock "Rebeca" y después la de "Sospecha", también dirigida por el maestro del suspense y que protagonizaría junto Grant, supuso distanciar aún más a las hermanas por los celos de Olivia. Si a eso le añadimos el momento de la entrega del Óscar a Joan por esa película, el resultado del resentimiento fue penoso cuando la Academia puso sentir en público la mirada de odio de Olivia hacia su hermana. Más tarde, cuando en 1947 se le otorgó un Óscar a Olivia de Havilland por otra película, ésta detestó la felicitación de Joan con tal desprecio que la propia Academia, abochornada al ser testigo de la humillación, optó por condenar la vergonzosa acción.
             
Arriba, primeros planos de la actriz en su primera época. Abajo, dos  últimas imágenes, en su madurez.
A la derecha, ya cumplidos los 80 años, retirada y en la presentación de una gala.
En cuanto a sus matrimonios, parece que no tuvieron más éxito que la relación con su hermana. Aquel personaje de tímida y melancólica mirada que solía aparecer en sus interpretaciones no era el de su vida real, que destilaba palabras de antipatía y de rencor hacia Olivia. En cuanto a otras relaciones sentimentales, parece que no tuvo romance alguno, ni con sus parejas de reparto, ni con nadie más que no fueran sus amistades más normales.
             
Joan Fontaine, una de la sonrisas más dulces, serenas y delicadas de Hollywood. Actriz elegante y distinguida, de una belleza un tanto exótica, cuyo perfil encajaba con interpretaciones de mujeres inseguras, tímidas y vacilantes. Un atractivo muy "de época", apropiado para representar a los personajes del tiempo de su temática y argumento.  Por otra parte, en cuanto a las dos obras maestras que interpretó de Hichcock, es evidente que el mago del suspense perseguía las mujeres de melena rubia para sus personajes, a veces las elegía entre las que, con su dorado cabello, describían un aspecto más cándido e ingenuo, como Joan Fontaine en estas dos películas en las que la dirigió.
                
Por cierto, para el recuerdo, aquella frase que Joan Fontaine dijo en "Rebeca", precisamente sobre los recuerdos: "Me gustaría que se inventara algo para embotellar los recuerdos, igual que los perfumes, que nunca se desvanecieran. Y que cuando yo quiera, destapando la botella, pudiera volver a revivirlos".
              
Ann Sheridan, uno de los "sex-symbol" de Hollywood en los 40, quizá "la rubia natural" más glamurosa.
Ann Sheridan. Fue una actriz estadounidense, nacida en Texas el 21 de febrero de 1915 y fallecida el 21 de enero de 1967. Su nombre origina era Clara Lou Sheridan. A los 17 años ganó un concurso de belleza a través de una de sus fotografías y como premio participó en una película de la Paramount, la productora que le ofreció trabajar como figurante durante dos años. En 1936 firmó contrato con la Warner Bross y comenzó a aparecer ya con el nombre de Ann Sheridan. Pronto su belleza pelirroja se convertiría en el sex-symbol de la Warner. Su debut como protagonista en una película con buena crítica fue con "Ángeles con caras sucias" en 1938, dirigida por Michael Curtiz y en la que participaron James Cagney y Humphrey Bogart.
              
Un halo de sensualidad y fascinación envolvía la imagen de Ann Sheridan, otro de los mitos del cine
de la década de los 40, una imagen que nos recuerda muy bien a la de la "femme fatale" del "noir film".
En su filmografía destacan títulos como "Me convirtieron en un criminal", un "cine negro" que protagonizó junto a John Garfiel y Claude Rains; "Dodge, ciudad sin ley", dirigida por Michael Curtiz, junto a Errol Flynn y Olivia de Havilland en el reparto, ambos films rodados en 1939. En 1940 protagoniza también tres películas del género "cine negro" y con muy buen reparto. Son "Años sin días", de Anatole Litvak y co-protagonizada por John Garfield; "Ciudad de conquista", del mismo director y con James Cagney en el reparto; "La pasión ciega", de Raoul Walsh y con George Raft, Ida Lupino y Humphrey Bogart como compañeros de reparto. Sheridan tenía entonces 25 años. Luego, en 1942 rueda "Abismo de pasión", un melodrama que dirige Sam Wood y protagoniza junto a Robert Cummings. En 1943, "Al filo de la oscuridad", un drama bélico con Errol Flynn en el reparto.
          
En la segunda etapa, Ann Sheridan protagoniza algunas de estas películas que merecen citarse: "La infiel" y "La sentencia", ambas dirigidas por Vincent Sherman y rodadas en 1947, otros dos "film noir". Destacando en 1949, "La novia era él", una comedia romántica con Cary Grant y que dirige Howard Hawks; en 1950 "La fugitiva", un "cine negro" que dirige Norman Foster. A partir de este año se produce una decadencia en su carrera y solo aparece en alguna que otra película mediocre, aparte de algún trabajo en la televisión. Murió a los 51 años, relativamente joven, víctima de un cáncer, tal vez, en parte causado porque fue una fumadora empedernida.
Susan Hayward fue cuatro veces nominada al Óscar, obteniendo el galardón en 1958. Tenía 41 años
cuando recogió el galardón.

Susan Hayward. Modelo y actriz estadounidense, nacida en Nueva York el 30 de junio de 1917 y fallecida el 14 de marzo de 1975. De nombre original Edythe, fue descubierta por George Cukor al ver uno de sus reportajes. Al poco tiempo, después de dejar su trabajo de modelo, tenía 20 años, se estrena en sus primeros papeles para el cine, participando ya en 1939 en el film "Beau Geste" que protagoniza Gary Cooper y Ray Milland, aunque como actriz secundaria. Durante siete años no deja de intervenir en diferentes repartos, incluso en alguno como actriz principal, hasta que en 1944 protagoniza una película más acreditada. Se trata de "Muerte al amanecer", un romance en clave de "cine negro" con Paul Lukas como compañero de reparto. A partir de entonces la suerte sonríe a Susan Hayward y su talento es reconocido por la crítica y por  el mundo del cine de Hollywood.
             
Susan Hayward, su cabello pelirrojo, como el de Ann Sheridan, nos
ofrece a menudo un perfil para la interpretación del "melodrama",
como Sheridan lo tenía para el "cine negro". Susan, de sensualidad
más contenido que Ann, quien provocaba voluptuosidad a raudales.
Susan Hayward continúa su carrera en 1947, un buen año de trabajo para la actriz con tres filmes muy dignos a destacar: "Viviendo el pasado", con Robert Cummings en el reparto, melodrama de una adaptación de Henry James, "Una mujer destruida", otro melodrama en el que consigue su primera nominación para el Óscar, y "No me creerán", un "cine negro" que co-protagoniza con Robert Young y Jane Greer en el reparto. En 1949, protagoniza "Odio entre hermanos", un drama en clave de "cine negro" que dirige Joseph Mankiewicz y  que tiene a Edward G. Robinson como compañero de reparto. 
              
A partir de 1951, Susan Hayward ya tiene 34 años, comienza una etapa de madurez para la actriz, destacando títulos en su filmografía, tales como "Ambición de mujer", "Escalaré la montaña más alta", ésta dirigida por Henry King, "El correo del infierno", un western con Tyrone Power en el reparto, los 3 filmes rodados en 1951. Entre los títulos que sobresalen después están, "Hombres errantes" (1952), un melodrama dirigido por Nicholas Ray y co-protagonizado por Robert Mitchum y Arthur Kennedy. "La dama marcada" (1953), con Charlton Heston. "Mañana lloraré" (1955), un melodrama sobre alcoholismo que dirige Daniel Mann, que co-protagoniza Richard Conte y con el que se lleva una nominación al Óscar. En 1958, cuando Hayward está ya a punto de comenzar su decadencia, realiza su mejor interpretación, protagonizando "¡Quiero vivir!", un drama carcelario judicial que dirige Robert Wise y por el que finalmente consigue el Óscar a la mejor actriz. Miguel A. Palomo, de El País, escribe "Terrible historia de una mujer condenada a la cámara de gas, magníficamente relatada por Robert Wise... con una puesta en escena que insufla un halo trágico a un drama desgarrador". Y añade "La maravillosa Susan Hayward arrasa literalmente la pantalla en cada secuencia".
               
El icono de la mujer seductora que, con el magnetismo de su belleza o de su pérfido encanto, domina el
momento en la escena, es la clave de la intriga de un "film noir" o del suspense de un melodrama. Ella
es la que somete, la que conspira, la que traiciona. Aunque, a veces, de su farsa y de su engaño, se
pierde por amor a su víctima o a su héroe.
Susan Hayward mantiene su carrera interpretativa en los años posteriores, aunque de forma más esporádica. Citamos algunos trabajos notables: "La calle de atrás" (1961), un melodrama que tiene como compañeros de reparto a John Gavin y Vera Miles; "Conpiración para matar" (1962), un drama judicial que co-protagoniza con Peter Finch, "¿A dónde fue el amor?¨ (1964), un drama que dirige Edward Dmytrcyk y tiene a Bette Davis con ella en el reparto de cabecera. Y como último trabajo notable, "Mujeres en Venecia" (1967), una comedia de intriga dirigida por Joseph L. Mankiewicz y co-protagonizada por Rex Harrison. Luego, alguna que otra aparición muy puntual, ya que tuvo que dejar los rodajes a causa de un tumor cerebral que se diagnosticó a principios de los 70. En el 75, la enfermedad se complica con una neumonía y no la supera. Por cierto, que según los estudios médicos que se practicaron a causa de una epidemia de neumonías que aquel año, se sospecha que el origen pudo ser el de un coronavirus que ya se propagó en aquel año. Susan Hayward fallecía a los 57 años, después de 35 años de trabajo de rodaje en el cine.
               
Finalmente, si hacemos justicia a la historia del universo estelar del "cine dorado", el que nos dio el testimonio de los talentos femeninos que, por lo que se refiere a este reportaje, cultivaron el "melodrama", haremos una breve referencia a cuatro estrellas que coincidieron en las décadas de más éxito de aquel género en la época casi exclusiva del formato en "blanco y negro".
                         
Maureedn O´Hara. Actriz de belleza clásica y serena. Tras la expresión de sus ojos, disimulaba, tal vez,
una encubierta pero sugerente sensualidad, aunque cándida en la interpretación de sus personajes.
Maureen O´Hara, nacida en Irlanda en 1920 y fallecida en 2015, fue una actriz estadounidense. "Amiga del alma" de John Wayne de toda la vida, tal que a su fallecimiento solicitó ese año al Congreso la "medalla conmemorativa" y que le fue concedida. A la muerte de su tercer marido, heredó su línea aérea y fue gerente de una flota de 25 aviones. Conocida como "La reina del Technicolor", en su filmografía destacó en las siguientes películas: "¡Qué verde era mi valle!", un melodrama que dirigió John Ford en 1941, un film en el que Maureen sólo tenía 21 años, "El cisne negro" (1942), de Henry King, con Tyrone Power en el reparto, "Perseguido" (1943), un "film noir" con John Garfileld como compañero en la cabecera del reparto, "Esta tierra es mía" (1943), un drama sobre el nazismo que dirige Jean Renoir y que co-protagoniza Charles Laughton, "Un secreto de mujer" (1949), un melodrama en clave de "cine negro" que dirige Nicholas Ray y protagoniza junto a Melvyn Douglas y Gloria Grahame, "Río Grande" (1950), un western que dirige John Ford y en el que trabaja con su gran amigo John Wayne como co-protagonista, "Un hombre tranquilo" (1952), de nuevo dirigida por John Ford y junto a John Wayne en una espléndida comedia romántica. Y como no hay dos sin tres, en 1957 John Ford vuelve a dirigirla en "Escrito bajo el sol", de nuevo y otra vez con su amigo John Wayne. Maureen O´Hara intervino en 55 películas, muchas de ellas del género de aventuras. En 2014 le fue concedido el Óscar honorífico.
                            
Gloria Grahame, una de las "femmes fatale" más logradas y creíbles del "cine negro". Una combinación
perfecta de belleza seductora y de mujer pérfida y "fatal". Un clásico en su arquetipo del género.
Gloria Grahame, nacida en California, EE.UU. en 1923 y fallecida en 1981, casada con Nicholas Ray desde 1948 al 52, fue una actriz estadounidense galardonada en 1952 con un Óscar a la mejor actriz secundaria por "Cautivos del mal". Considerada como una de las divas del cine clásico en "blanco y negro", ha sido también una actriz de las que mejor ha representado a la "mujer fatal" en el cine negro. En su filmografía, destacan "Encrucijada de odios" (1947), un "film noir" que dirige Edward Dmytryk con Robert Mitchum en el reparto, "En un lugar solitario" (1950), otro film de "cine negro", esta vez dirigido por Nicholas Ray, precisamente una de sus obras maestras, y co-protagonizado por Humphrey Bogar. En 1952 destacan  otras dos películas de este mismo género; son "Miedo súbito", junto a Joan Crawford y Jack Palance y "Cautivos del mal", dirigida por Vincente Minnelli y co-protagonizada por Lana Turner y Kirk Douglas, con la que consigue el Óscar como actriz secundaria, y de la que se calificó como "uno de los mejores melodramas de la historia del cine", y "asfixiante melodrama y una absoluta maravilla, un juego de espejos que desvela verdades y embustes, guiado por el maestro Minnelli", que escribió Miguel Ángel PalomoEn 1953 Fritz Lang dirige una de las mejores películas de cine negro, otra obra maestra de este género y del mismo cineasta, y que tiene a Grahame, Glenn Ford  y Lee Marvin como protagonistas. Se trata de "Los sobornados", la historia de un policía heroico, que sirve para enmascarar por debajo otra historia mucho más oscura, "un relato magistral, tenso e intenso sobre el crimen y la corrupción, que atrapa irremediablemente al espectador" (Daniel Andreas). En los años siguientes le siguen algunos otros "films noir", mereciendo destacar "La última coartada""Deseos humanos", ésta también de Fritz Lang y nuevamente con Glenn Ford en el reparto, los dos producidos en 1954. Gloria tenía entonces 31 años y pronto su carrera comienza a declinar. Por citar un título, recordemo "La tela de araña" (1955), que dirigió Minnelli y tuvo a Richard Widmark y Lauren Bacall en el reparto. Después, ya en los 60, se dedicó mucho al teatro y fue abandonado los platós de cine.
        
Eleanor Parker, una mujer de belleza imperturbable, aunque discretamente dulce y con una sugestiva
fascinación en su mirada y en el encanto de sus ojos.
Eleanor Parker, nacida en California, EE.UU. en 1922 y fallecida en 2013, fue una actriz norteamericana que comenzó en el cine a los 19 años con pequeños papeles y hasta 5 años más tarde no consiguió ser protagonista en una película, en concreto, el drama romántico "Cautivo del deseo" (1946) dirigido por Edmund Goulding. Luego interpretaría algunos títulos sin demasiada relevancia. Destacan en cambio, aunque ya a partir de principios de los cincuenta, "Tres secretos" y, sobre todo, el drama carcelario "Sin remisión", que fue dirigido por John Cromwell y con el que tiene una nominación al Óscar como actriz principal, ambos filmes rodados en 1950. "Brigada 21" (1951), un drama en clave de "cine negro" que dirige William Wyler y que tiene a Kirk Douglas como compañero de reparto. Con esta película la actriz vuelve a ser nominada al Óscar. En 1952 protagoniza dos notables filmes: "El gran secreto", con Robert Taylor, y "Scaramouche", con Stewart Granger, la mítica película de capa y espadas que dirige George Sidney. En 1955 repite otra nominación al Óscar con "La melodía interrumpida", un drama musical con Glenn Ford en el reparto. Ese mismo año, Parker protagoniza "El hombre del brazo de oro", un drama sobre drogas, con música de jazz y con Frank Sinatra en el reparto. En 1960 protagoniza el magnífico melodrama sureño "Con él llegó el escándalo", dirigido por Vincente Minnelli y co-protagonizado por Robert Mitchum y George Peppard. Eleanor Parker tenía entonces 38 años y éste sería su último trabajo importante. Después ya en su declive, en los 70 y 80, sólo trabajó en telefilmes como "Vacaciones en el mar" y "Se ha escrito un crimen".
                        
Jeanne Crain, una impresionante belleza del cine de los 40 y los 50, clásica e intemporal, de mirada
tan expresiva como sugerentemente sensual.
Jeanne Crain, nacida en California, EE.UU. en 1925, de ascendencia irlandesa e inglesa y fallecida en 2003, es una actriz representativa de la comedia, del western y del género dramático en las décadas de los 40 y los 50, en el cine de Hollywood. Sin embargo, también tuvo ocasión de interpretar algún "film noir". De belleza clásica, pero intemporal, había como un destello sugerente y sensual muy sutil, quizá contenido en su expresiva mirada; al menos, en mi opinión. Se inició en el teatro a los 14 años. A los 15 fue proclamada "Miss Long Beach" de California. Al principio intervino en papeles que no llegaron a darle reconocimiento alguno. Por fin, en 1945 participa como actriz secundaria en el melodrama de intriga "Que el cielo la juzgue" y que protagoniza Gene Tierney y Cornel Wilde. Luego, aparte de algunas comedias y dramas que hizo entre 1948 y 1949, como "Apartamento para tres", "El abanico de Lady Windermere" o "Pinky", ésta por cierto de Elia Kazan, este último año protagoniza, junto a Linda Darnell y Kirk Douglas, "Carta a tres esposas", un excelente drama que dirige Joseph Mankiewizc. Destacan, además, dos films rodados en 1953: "Vicki" y "Travesía peligrosa", ambos del género "cine negro. Después, la actriz trabaja en algunos western, y en 1957 vuelve a repetir con el film noir "El vestido roto". Se produce, a partir de entonces, un declive y su carrera ya no aporta nada a destacar en el cine.
                            
A la izquierda, escenas de "La doce vita" de Fellini (1960), con Anouk Aimée, Marcello Mastroianni y
Anita Ekberg. A la derecha, escenas de "Muerte en Venecia" de Visconti (1971), con Dick Bogarde,
Silvana Mangano y Marisa Berenson. Dos "películas de culto" de dos "maestros" italianos que nos
dejaron en su legado un auténtico tesoro del "séptimo arte", como es el caso de estos dos obras,
cuya trama podría muy bien encajar en el "melodrama"
Recapitulando y concluyendo este reportaje. El melodrama tuvo su origen en el teatro del siglo XVII cuando al significado de la obra dramática se resaltan los pasajes más sentimentales mediante el refuerzo de una música intensa y efectista, melódica o sinfónica, de ahí la parte "melo" como su origen etimológico ("melos": canto con música). Ciertamente, si bien el cine lo utilizó para provocar emociones en el público, es posible que en sus obras menores, sin el mínimo valor argumental o calidad artística, se acentuaran los pasajes sentimentales de la trama mediante el recurso exagerado de reforzar los efectos más patéticos y lacrimógenos.
                   
Y si bien, es cierto que en la segunda mitad del siglo XX se cultivó un género de cine que iba dirigido a un público muy dado a la sensiblería, quizá más demandado por el espectador femenino, tal fue el drama en su contexto más melodramático, atendiendo a su fuerte carga moral o su contraste inmoral, su connotación humana, incluso su intencionalidad reflexiva, el género "melodrama" se convirtió en un argumento y excusa cinematográfica para producir excelentes obras del "séptimo arte". Además, es evidente cómo muchos de los dramas sociales, románticos, e incluso dramas en clave de "cine negro", quedaron encuadrados en auténticas obras melodramáticas.
                              
Y lo cierto es que como ejemplo del género "melodrama" realizado por los grandes maestros del cine italiano, quizá los más puristas en un cine realista y esencialmente humano, ya que este ensayo y reportaje se ha centrado en el cine de Hollywood, recordemos la filmografía y el buen hacer de la excelencia de directores, como los dos realizadores más clásicos y académicos del neorrealismo italiano. Por un lado, Luchino Visconti en tres de sus mejores obras: "Senso", "Rocco y sus hermanos" y "Muerte en Venecia". Por otro, Federico Fellini, tal vez en sus tres más acreditadas películas: "La dolce vita", "Fellini, ocho y medio" y "Amarcord". Indudablemente, son obras maestras, "obras de culto" del cine que, dentro de su estilo neorrealista, están cargadas de una fuerte dosis "melodramática".
                    
El talento artístico de ocho estrellas del "dorado cine" pintado en una composición de "vintages" que
representan a los rostros de Joan Fontaine, Vivien Leigh, Barbara Stanwyck, Maureen O´Hara, Susan
Hayward, Ann Sheridan, Gloria Grahame y Jeanne Crain. (De arriba a abajo, de izquierda a derecha)
                      
Ángel González "Rusty Andecor"
              
A continuación, haciendo clic en el título del artículo, puede ver la primera parte del reportaje "El cine negro y el melodrama en las décadas del dorado cine".
                         

Fueron "estrellas en el blanco y negro" del "cine negro": Loretta Young, Ginger Rogers, Norma Shearer,
Joan Bennett, Linda Darnell y Lana Turner. Su arrebatadora belleza y el misterio sugerente de su mirada
las convertía en la perdición de sus personajes en el "film noir".
"El universo de las estrellas en blanco y negro" no estaría completo de galaxias del celuloide si no pudiéramos contemplar algunas de las estrellas que dieron brillo al firmamento del cine clásico. Pues fueron "las estrellas del cine negro", las que proporcionaron la sombra del misterio en aquellas nostálgicas películas y que nos cautivaron con el claroscuro de sus personajes; de su perfidia, unas veces, de su fascinación, otras, incluso alguna vez, de su redención por amor. Estrellas arrebatadoras por su encanto y belleza, que conjugaban el engaño y la traición con el sacrificio y la muerte, porque finalmente, muchas de ellas terminaban enamorándose.
        
"El cine negro es una nebulosa", decía el historiador de cine Noël Simsolo en su libro "El cine negro: pesadillas verdaderas y falsas", refiriéndose metafóricamente a las numerosas divergencias en torno al concepto que los críticos del cine tomaron de ese género. Ni siquiera los estudiosos coincidían con la temporalidad de sus producciones, pues si para la crítica más estricta el "cine negro" terminaba con los últimos filmes en blanco y negro de los años cincuenta, para otros, que se atenían a la dosis de suspense o intriga que tuviera el argumento, la película quedaba incluida en la categoría de cine negro. Y si el argumento giraba alrededor de una trama violenta que enmarcaba a policías o detectives y gánsters o criminales, o que incluía a personajes desequilibrados, pérfidos o atormentados que planeaban un fin delictivo, se catalogaba en el género de "negro", sin tener en cuenta el componente que marcaba tradicionalmente el género en su sentido más purista: el ambiente turbio y pesimista dentro de un estilo tenebroso, envuelto en un juego de luces y sombras, de personajes cínicos y una mujer fatal que, sirviéndose de su atractivo y belleza, terminaba llevando al hombre a la perdición. (... /...)
                       
(Continúa en el reportaje de referencia, cliqueando el título de cabecera de este artículo)

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