Marlene Dietrich. Ojos entreabiertos. Párpados que caen levemente sobre las pupilas. Mirada lánguida |
"Las mujeres tienen una edad en que necesitan ser bellas para
ser amadas, y otra en que necesitan ser amadas para ser bellas"
"Si nuestros amigos nos hacen favores, pensamos que nos los
deben a título de amigos, pero no pensamos que no nos deben su amistad"
"Son los amigos que puedes llamar a las cuatro de la mañana
los que importan"
"Si
pudieras marcharte ahora y volver hace diez años..."
"La
libertad es la madre de todos los bienes cuando va acompañada de la justicia"
"La imaginación exagera, la razón
subestima, el sentido común modera"
"¿Miedo a la muerte? Uno debe temer
a la vida, no a la muerte"
"Hago que el mar se encrespe. Logro
que la jungla arda. Soy una mala influencia"
Marlene era tan sofisticada, tan presumida y preocupada por la suntuosidad de su elegancia que dijo una vez, en una entrevista: "Nunca me desmayo. porque no estoy segura de si voy a caer con estilo".
Marlene era tan sofisticada, tan presumida y preocupada por la suntuosidad de su elegancia que dijo una vez, en una entrevista: "Nunca me desmayo. porque no estoy segura de si voy a caer con estilo".
(Marlene Dietrich)
Es uno de esos planos de Marlene, en el que vemos su rostro nostálgico y bello, misterioso y sugerente, gélido y sugestivo |
Marlene Dietrich. Nacida
en Berlín el 27 de diciembre de 1901, de nombre original Marie
Magdalene Dietrich, adoptó más tarde la nacionalidad
norteamericana. Falleció el 6 de mayo de 1992 a los 90 años de edad. Hija
de un teniente de policía y de una joyera y relojera, desde niña comenzó a
entusiasmarse por el espectáculo, de adolescente por el teatro y a los 18 años
de animadora en una orquesta que ponía música a películas mudas. Ya entonces se
llamaba "Marlene". A los 20 era corista en espectáculos
de revista. En aquel Berlín lujurioso y libertino, plagado de tugurios y cabarets de corte prehitleriana, Marlene comenzó a desenvolverse sin pudor
alguno para mezclarse en todo un circo de vicio ajeno a prejuicios moralistas.
Se casó a los 21 años con un director de cine de tercera que le ayudó en sus
primeros pinitos. Con él tuvo la única hija que se le conoce. Ella fue su fiel
acompañante durante la madurez de la estrella. Después, tuvo algunos
escarceos en films mediocres. Y por fin, Marlene protagoniza una película
que lanza su carrera en el ámbito internacional. Se trata de "El ángel azul", producción alemana de 1930 dirigida por Josef
von Sternberg y en la que la actriz hace una interpretación asombrosa
y brillante. A partir de aquí, nace una estrella. (Clic en el nombre y en los textos sobrescritos en azul tenue para enlace con los documentos en vídeos)
Uno de los atractivos de Marlene eran sus "piernas de infarto", en aquella época todo un referente estético. Y un problema que le costó la prohibición de "El ángel azul" en Alemania. |
Marlene Dietrich recibe un varapalo al fallecer su padre, pues la
afectividad que necesitaba en su infancia se fue con él. A la férrea educación
de su madre le compensaron las lecciones de desinhibición y seducción de su
abuela. Su inquietud artística y sus dotes para la música (el piano, el canto y
el violín) le llevaron a frecuentar clubs nocturnos, algunos lésbicos, a los
que asistía vestida con frac y pajarita, vestuario que se hizo común en ella y con el que se la dio más a
conocer al principio de su carrera. Su trasfondo homosexual no la llevó a
esconderse de lo que algunos la empezaron a criticar acusándola de "pervertida". Mientras, a sus 20 años tuvo una sentimental muy tórrida con "la reina del
cabaret" de Berlín, Claire Waldoff, lo que no evitó seguir siendo
bisexual. De hecho al poco tiempo se casó con Rudolf Sieber, quien le consiguió las primeras
influencias en el cine. Pero fue Von Sternberg quien la salvó de la mediocridad de los
cabarets. Así y todo, Marlene siguió siendo adicta de los ambientes de lujuria, aunque ya en
altos niveles. Con el director Sternberg la relación sentimental que tuvo fue un desastre, pero profesionalmente llegaron a un tándem perfecto. El
director le enseñó trucos de iluminación y fotografía y Marlene no desaprovechó
ni una de las lecciones de su mentor. Hay que tener en cuenta que Josef von Sternberg fue
uno de los grandes maestros del "blanco y negro". Durante unos años éste dirigió a la Dietrich en varios filmes, pero sus desenfrenos le llevaron a una situación imposible, no obstante estar enamorado de ella. Y es que era conocido que al mismo tiempo que
mantenía una relación con su benefactor, ella se acostaba con toda la plantilla de la película
que hacía. Por otra parte su matrimonio con quien se había casado era una
pantomima. Unos años después, cuando Sternberg la dejó, Marlene caería en una decadencia que a punto estuvo de llevarla al olvido.
Josef von Sternberg dirige a Dietrich por
última vez en dos filmes en los que intenta dejar el mejor resultado de su
duelo artístico con quien siempre él mismo dijo fue su musa. Una es "Capricho imperial",
producida en 1934, un drama histórico en el que el cineasta
germano consigue uno de los mejores lucimientos de su cine expresionista.
La otra es "El diablo es una mujer", realizada
en 1935, último trabajo con Marlene. (Clic en los títulos de los films y en los textos con su nombre
sobrescritos en azul tenue, los que enlazan con documentos en vídeo).
Quizá, es la imagen que mejor expresa aquella eterna belleza con la que Marlene vivía obsesionada, persiguiendo con ella "la eterna juventud" |
Mientras, en medio de la irregularidad y de la agitada vida de Marlene,
algo no marchaba bien en la evolución de su carrera interpretativa, no
suficiente por la intención del abandono de su mentor Sternberg. Su
perfeccionismo artístico era hierático, faltaba expresión y registro en la
actuación de su perfil de actriz. De ahí su estilo de intérprete misteriosa y
de un parecido a la Garbo que no le iba en absoluto. Por
cierto, una vez se vieron las dos estrellas, a petición de la Dietrich; la
Garbo se incomodó tanto con la actitud de aquella que no quiso volver
a encontrarse con ella. Tampoco hay que olvidar que Marlene se
convirtió en una obsesa en perseguir la eterna juventud, y fue algo que le
llevó durante toda su vida. En los rodajes, su manía era aún más compulsiva y a
los técnicos les llevaba de cabeza para que su belleza fuera perfecta. Algunos
directores llegaron a decir de ella que "como mujer era estupenda
pero como actriz era un castigo de Dios". Por detrás, era común
expresiones: "era una bruja" o "era la más zorra de
todas".
Hay que decir en favor de su ruptura con su pasado, en que se
mezclaba con la libertina y pervertida clase pro-nazi, que avergonzada por la
Alemania de Hitler, Marlene apoyó la causa
estadounidense en la contienda mundial, ofreciendo espectáculos ambulantes a
las tropas que se encontraban en el frente, lo que levantó la animadversión de
los alemanes contra ella. Allí estaba ella, la bella e impresionante Marlene, a veces en primera línea, cantando la vieja canción Lili Marlén. Fue una heroína bajo la tutela de los generales Patton y Gavin,
aunque también ella puso bajo su propia tutela sexual, a ellos y a quienes no eran de alto grado. Del frente de aquella Guerra Mundial regresó a recuperar su otro oficio de artista, pero esta vez en el cine. Al principio no le fue fácil por la mediocridad de sus trabajos. Fue algo más tarde cuando Marlen se entregó a la madurez de su carrera.
La filmografía de Marlene Dietrich tiene dos etapas de esplendor.
La primera comienza en su primera gran obra, la de "El ángel azul",
la que dirigió Josef von Sternberg en 1930, producción aún alemana, una tragedia moderna, además de una obra erótica para su tiempo, supone el primer lucimiento meritorio de Marlene, en la que Sternberg consigue un excelente experimento de iluminación que aprovecha con la actriz, y ello conjugado con los contrastes del claroscuro del blanco y negro. Es, además, la primera película sonora rodada en Alemania. Otro film del mismo año que dirige Sternberg,
aunque ya producida en Estados Unidos, es "Marruecos" con Gary
Cooper como compañero de reparto.
Le siguen
en esta primera etapa, aunque ya todas como producciones norteamericanas, "Fatalidad"(1931), "La venus rubia" (1932) y "El expreso de Shangai"
(1932), las tres en clave genérica de
drama y dirigidas igualmente por Sternberg. La segunda tiene la curiosidad de
tener a Cary Grant en
el año de su debut y como compañero de reparto. En cuanto al tercer trabajo
rodado ese año la crítica dijo que fue la mejor película de Sternberg, un film
por cierto rodado íntegramente en los estudios y que describe un impecable estudio
de sensualidad de la actriz.
Marlene Dietrich siempre fue "la estrella de los ojos lánguidos", aún en los retratos que dibujaban los pintores de su época. |
"La estrella de los ojos lánguidos" pierde a su maestro y mentor, pero en absoluto se queda huérfana de sus excepcionales dotes artística, de su capacidad interpretativa. El año siguiente comienza una nueva y gran carrera de trabajos. "Deseo" (1936), con Gary Cooper en el reparto y con influencias de Ernst Lubitsch, el maestro de la ironía (film completo en el enlace). "La
condesa Alexandra" (1937), producción inglesa, un drama sobre la revolución rusa. "Ángel" 1937, con Melvyn Douglas en el reparto, es un ejercicio de elegancia y sofisticación que su director Erns Lubitsch sabe llevar muy bien entre la alta comedia y el puro melodrama, entre ambientes sofisticados y un mundo de apariencias. Con un espléndido "blanco y negro" (film completo en el enlace). "Alta tensión" (1941), con Edward
G. Robinson, dirigida por Raoul Wash. "Capricho de
mujer" (1942), en la que vemos a una Dietrich simpática y
divertida en una comedia romántica con tintes melodramáticos. A partir de "Los usurpadores"
(1942), un western sin lucimiento alguno y que salva la presencia de John Wayne, la filmografía de Marlene se mueve entre filmes
mediocres y sus apariciones en la contienda de la Guerra Mundial. Es entonces, a mi parecer, cuando se acaba esa primera etapa filmográfica de la Dietrich a que antes nos referíamos.
Marlene Dietrich vuelve al cine por "la puerta grande", lo hace en el 48 y con éxito por
cierto. Es la segunda etapa de la carrera de la Dietrich a que antes nos referíamos; es la etapa en que es dirigida por los mejores realizadores norteamericanos. Es verdad que no todos sus trabajos tuvieron calidad como para incluir en
su mejor antología filmográfica, pero podemos citar algunas de esas obras. "Berlín Occidente" (1948), fue la primera de ellas. La dirigió Billy Wilder, y con buena dosis de
sutiliza y elegancia, dada su temática basada en un inteligente alegato contra
el puritanismo y la mojigatería tras el informe de una congresista sobre la
moral de las tropas norteamericanas en el Berlín posterior a la Guerra Mundial.
Excelente "blanco y negro" y buen trabajo el de Jean Arthur. "Pánico en la escena" (1950), producción inglesa, es un Hitchcok de
facturación algo mediocre si no es porque le salva ese falso flashback que aparece en un momento del film, técnica que hoy abunda y de la que se
abusa, aunque entonces fue de los primeros experimentos, razón por la que
incluyo la referencia de este filme. "Encubridora"
(1952), dirigida por Fritz
Lang, co-protagonizada por Arthur
Kennedy y Mel
Ferrer, y que he incluido también por su referente al género Western. "Testigo de cargo" (1957), un ingenioso rompecabezas judicial dirigida por Willy
Wilder y co-protagonizada por Tyrone
Power y con el impresionante trabajo de Charles
Laughton. Destacar que las espléndidas puestas en escena de Wilder, unidas
al retorcido misterio que ya se añade a la intriga de Agatha Christie, consiguen
de la película una obra maestra del "cine en blanco y negro".
Finalmente citar tres filmes: "Sed de mal" (1958), quizá la obra cumbre de Orson Welles, que no sólo
dirige sino que pone guión y co-protagoniza con Dietrich, junto
a Charlton Heston y Janet Leigh. De este película, dice Pablo
Kurt (Filmaffinity), "una compleja historia sobre el poder y la
corrupción, con un espectacular plano en la secuencia de apertura, un prodigio
de dominio de la técnica y puesta en escena, y sin duda uno de los mejores
comienzos de la historia del cine". La segunda, "Vencedores o vencidos" (1961), dirigida magistralmente por Stanley Kramer, con un reparto de lujo e interpretaciones soberbias. Sus titulares en la prensa de cine, entonces: "Espléndida, veraz, honesta", "una película poderosa y persuasiva". "Es una película necesaria, porque nos enseña que nunca debemos olvida a las víctimas ni perdonar a sus verdugos, y que nada justifica sacrificar valores como la vida, la justicia y la libertad en pro de ningún fanático nacionalismo". Julián Marías decía en un artículo sobre la película: "La estructura moral de una sociedad se rompe tan pronto como se dice´sí´ a la injusticia, al atropello, a la violación de la ley, a la privación de derecho justo". Aparte de esto, para mí, las mejores interpretaciones, las de Montgomery Clift y Maximillian Schell. En cuando a la última película con aparición honrosa aunque fugaz de Dietrich fue "Encuentro en París" (1964). que protagonizan William Holden, Audrey Hepburn, además de las interpretaciones de Tony Curtis, Fred Astaire, Mel Ferrer.
Hay que decir de cómo los medios y la crítica valoraron su
trabajo. Se dice que los mejores papeles de Marlen los hizo en su madurez,
aunque también es cierto que fue la época en que más incómoda se sentía ante la
cámara, pues la estrella se resistía a perder su ya pasada juventud. Se dice
que el color no le sentaba muy bien, tal vez porque ella se negaba a aparecer
con sus imperfecciones, las que Steinberg y Lubitsch le
escondían. Fue un error tratar de disimular las señas que podían darle más
personalidad y borrar la inexpresión de algunos planos. Creo que se perdieron
enfoques y encuadres en los que a la actriz le hubiera quedado perfecta las
secuencias en color. Por otra parte, según mi opinión, parece que el color le daba un aspecto menos frío y enigmático, tal vez le restaba su aire de "femme fatale", que era su mejor atributo, su auténtica marca, exclusivamente "en blanco y negro".
Había algo de mágico y misterioso en la imagen de Marlene, en aquel rostro "en blanco y negro", a veces, que nos atraía y nos fascinaba. (Por cierto, prodigiosa fotogenia la suya). |
Dejando a un lado su profesión en el cine, nos queda hablar de su
otro oficio artístico, el de cantante. El que la mantuvo activa en sus últimos años, más que
por otras razones para hacerse publicidad, porque lo cierto es que quería, casi compulsivamente, salvar y sostener su viejo mito. Las Vegas fue su lugar preferido; allí incluso solía
pagar costosas invitaciones a los amigos más influyentes para que la
vitorearan. Así conoció al cantante y productor Burt Bacharach, su último amante, que terminó
dejándola por una actriz más joven, si mal no recuerdo, con la entonces guapísima
y exuberante Angie Dickinson. Se dedicó a hacer giras internacionales. Sin
duda, el reclamo de mito viviente que aún ostentaba hizo mucho para un público que deseaba verla. Fue la época en
que se sometió a varias operaciones, porque su decadencia física le
obsesionaba, razón por la que huía de fotógrafos y entrevistadores.
Otra de las anécdotas que se cuentan de la actriz, de su condición de bisexual, es que durante el estreno de su primer film de éxito "El ángel azul", tuvo la osadía de lucir un ramo de violetas (símbolo del lesbianismo) sujetas a la entrepierna de su vestido, que no tuvo pudor en mostrarlo claramente.
El final de Marlene Dietrich fue muy
triste, como el de muchas estrellas de leyenda. Se recluyó en su casa parisina, en la Avenue Montaigne.
Su incapacidad para volver a trabajar en el cine, lo que agravó un deterioro
físico que ella misma se encargó de agravar, la llevó a la desesperación. No
veía a nadie y su frase común era "ya no sirvo para
nada", o "nadie me quiere". En sus
últimos meses tenía una persona que la cuidaba, pero terminó abandonándola, más
que a causa de que no recibiera buen trato de ella, porque la veía en una
espiral de autodestrucción. Deprimida, a media mañana comenzaba a ingerir
alcohol hasta que caía extenuada. Al parecer, del whisky preprado, que es lo que solía beber, terminó siendo adicta al absenta. María Riva, su única hija,
declaró en sus memorias que la mayor tragedia de su madre fue el no haber amado
a nadie, sólo a sí misma.
"... y aquel encanto de su rostro; deslumbrándote sus ojos, a veces bien abiertos, cautivándote con la mirada ¡Dios, qué ojos... qué ojos!" |
Y en cuanto a resumir en pocas palabras el valor artístico de su trabajo y su talento como estrella, que es lo que aquí nos interesa, Dietrich quedó marcada por su
hieratismo expresivo, perfil que expresó magníficamente (todo hay que decirlo), y además encasillada en su papel de "mujer fatal" ("la femme fatale"). Por otra parte, y aunque sus registros interpretativos se potenciaron más en su
madurez, pues en sus inicios estaban muy limitados por ese rol hierático a que nos referimos, la carrera de Marlene Dietrich tuvo un espectacular brillo escénico en
el cine, tal vez debido a su magnetismo, a su enigmática y lánguida mirada. Desde
luego, todo contribuyó para que la Marlene llegase a pasar a los anales y a la crónica del cine como una de las
actrices más irrepetibles. Y eso, sin contar... aquel encanto de su rostro, cuando
sus ojos, bien abiertos, te miraban y te deslumbraban; cuando te transmitían
irremediablemente su hechizo. ¡Diós, qué ojos... Qué ojos!
He recogido, de esas mismas fuentes a que antes me refería, parte
de su anecdotario más curioso y llamativo, o incluso más interesante. Por ejemplo que,
en cierta entrevista que le hicieron, declaró que, aunque parecía tener
vocación y un futuro brillante como violinista, no había ninguna lesión de
muñeca que le impidiese tocar el violín (fue su excusa entonces) y que eligió
comenzar sus estudios en la escuela de teatro, más que otro motivo, porque su
profesor de violín terminó acosándola después de haberla iniciado en los
asuntos del amor y del sexo. Luego, ella misma confesaría, sin reparo alguno, su afición por haber reunido
un batallón de amantes, de uno y otro sexo, con los que se acostaría sin pensar
en enamorarse de ninguno, negando que por ello que hubiera inclinación depravada o perversa
en sus aficiones a la lujuria.
Lo que es cierto es que, aunque la belleza de Marlene no se desvanecía con su imagen en color, sí perdía el misterio de sus rasgos, el aspecto de "mujer fatal". |
Joseph von Sternberg, su
mentor, al que se le debe el mito Marlene Dietrich, inventó
para ella su arquetipo de "mujer fatal". Él mismo declararía
una vez: "No le di nada que ella no tuviera, pues lo único que
hice fue potenciar sus atributos, hacerlos más visibles para que todos los
notaran". Y añadió: "Después de descubrirla, para
darle su pape en ´El ángel azul´, noté una fusión profesional y erótica que nos
llevó a ambos a desempeñar un rol en el comportamiento de cada uno; a ella le
gustaba actuar como mi sirviente y que yo la dominase, y yo dejaba que lo hiciera".
Lo cierto es que a base de experimentar sobre ella, Sternberg descubrió
todos los trucos de iluminación para realzar lo mejor de sus rasgos, lo más
atractivo de sus facciones. La enfocaba detrás de su cabeza trazando una línea
plateada en el centro de su nariz para reducir su anchura. Marlene solía
enviarle con frecuencia notas escritas con la frase: "Sin ti, yo
no soy nadie". Parece que era una forma delibera de alimentar la
pasión en su maestro y así mantenerlo a su merced.
Cuando Sternberg se la llevó a América,
contratada por la Paramount, ella estaba dispuesta a triunfar y a permitir,
para ello, seguir la disciplina impuesta por él. Para empezar, adelgazó quince
kilos, le extrajeron las muelas que más le marcaban su aspecto eslavo, hizo
acentuar su palidez, se depiló las cejas, y además, utilizó maquillajes
sofisticados para marcar su caída de ojos. Viajaba en un Rolls-Royce
descapotable que le había exigido a la Paramount (parece que lo consiguió con
facilidad, al igual que su lujoso apartamento, utilizando sus encantos con los
ejecutivos de la productora, con quienes no tenía reparo en acostarse). Fue el
esplendor de una época entre 1930 y 1935 y durante la que bajo la dirección
de Sternberg rodó siete filmes filmes.
Incluso, en alguna ocasión, hemos podido ver reflejado en los colores de su imagen ese aspecto de delizadeza y fragilidad, hasta de ternura, muy común en ella. |
Entre sus amantes, algunos de los primeros coincidiendo con su relación con Sternberg o su propio marido, fueron conocidos los intensos romances que mantuvo con Gary Cooper, Maurice Chevalier, la guionista Mercedes de Acosta, John Wayne, Jean Gabin, el
General Patton, Richard Burton o Burt Cacharach, entre otros,
sin olvidar los compañeros de reparto, técnicos y directivos productores quienes también pasaron por su alcoba para "cobrar" los favores que éstos concedían a Marlene. Además, entre sus cómplices amigos, podían
contarse Hemingway, Orson Welles, Kirk
Douglas, Edith Piaft y desde luego
muchos más. Son algunos de los comentarios que recogí de éstos. De John Wayne: "El mejor ´frig´ de mi vida" (frig: "echar un polvo"). Hemingway: "Podía romperte el corazón solo con su voz". María Riva, su hija, escribió en sus memorias le dijo a su madre, una vez ésta retirara a vivir en su residencia de París y después de decirle que nadie la quería: "Quizá sea cierto que nadie te haya querido, pero porque tú nunca has amado a nadie".
A Marlene le pasaba como a mi tía Carichi,
que se quitaba la edad, nada menos que 4 años (las dos tenían obsesión con ser
jóvenes). Su pasaporte decía que nació en 1905. Muchos años después supimos que
había nacido en 1901. Le encantaba preparar en la cocina platos suculentos para
sus amigos, a quienes decía que "no hay cosa mejor en la vida que
el comer y el hacer el amor". Sobre esta última cuestión le preguntó
una vez una periodista, que porqué tantos amantes, porqué tanto sexo. Le
respondió que "la vida solo se vive una vez, y si no puedo
encontrar el amor de mi vida, para serle fiel, buscaré esa fidelidad a través
de la infidelidad entre todos los amantes que encuentre". En una de
las últimas entrevistas que se le pudo hacer a la estrella, dijo ésta de
su vida: "A los 20 años no era nada, a los 80 a los 18 años soy
una vieja vulgar, entre medias he sido una actriz".
Otra de las anécdotas que se cuentan de la actriz, de su condición de bisexual, es que durante el estreno de su primer film de éxito "El ángel azul", tuvo la osadía de lucir un ramo de violetas (símbolo del lesbianismo) sujetas a la entrepierna de su vestido, que no tuvo pudor en mostrarlo claramente.
Hay que decir en su favor que su
patriotismo con América la llevó desde 1943 a arengar a las tropas aliadas en
primera línea de fuego. La vieja canción "Lilí Marlen", que
les cantaba a los soldados del frente, se convirtió en un símbolo y en 1947
recibió la Medalla de la Libertad, la mas alta condecoración que se concedía en
EE.UU. Goebbels la invitó a regresar a Alemania con todos los
honores y con la promesa del propio Hitler de que la
convertiría en la máxima estrella de cine del Reich. Dietrich rechazó
la invitación tras denunciar su sistema fanático nazi impuesto.
Me queda
ya, finalmente, hacer una semblanza o reseña concisa de la vida pública y
artística de la Marlen Dietrich. Decir de su personalidad que la fascinación que
irradiaba de su personalidad era un cúmulo de
encantos. Por una parte, la sugerencia sensual de su mirada, desde la languidez
perturbadora de sus ojos. Su cálida y sugestiva voz. Su aire altivo,
inaccesible, como queriendo ocultar lo más deseado de su persona. Su elegancia,
incluso para enseñar sus piernas de vértigo. Por otra, el estilo que daba a sus
personajes, unas veces enigmático y ausente; otras, tierno y frágil. Todo ello,
se convertía en una fusión que, si de lejos la veíamos como una mujer fría e
inaccesible, cuando se acercaba nos arrollaba con su hechizo. Tanto es así, que
el propio Gary Cooper, cuando la vio por
primera vez, al empezar el rodaje de "Marruecos", dijo que estuvo a punto de desmayarse por la impresión
tan seductora que le produjo. Y a propósito de desmayarse, y ésta es la
anécdota final, una vez que la entrevistaron y le preguntaron si alguna vez se
había desvanecido, la diva respondió: "Nunca me desmayo porque no estoy segura de si voy a caer con estilo". Así era ella, "la rubia berlinesa",
"una de las estrellas más exóticas del cine", "la diva
de la sofisticada y misteriosa belleza", sobrenombres con los que también se la conocía. Una actriz con tintes y trazos
de mujer fatal, pero que hacía soñar a hombres y mujeres, estrella de una época
dorada, con un fondo decorado "en blanco y negro".
Ángel González "Rusty Andecor"
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